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BICENTENARIO Y PERTENENCIA ¿LOS MEXICANOS SENTIMOS UN PROYECTO DE NACIÓN?

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Por Javier Carlo

Javier Carlo

 

Hace unos días, los mexicanos experimentamos la euforia de celebrar las fiestas del bicentenario de la Independencia y el centenario de la Revolución, sin haber estado muy seguros de las implicaciones sociales, políticas, económicas, culturales y humanísticas de tales conmemoraciones; y así como no faltaron las celebridades que mezclaron las situaciones y los personajes de ambos momentos históricos –al hacer declaraciones dignas de antología–, la realidad es que buena parte de los nacionales de este país vitoreó el hecho de disfrutar uno de los ‘puentes’ más largos de los últimos años, no de refrendar el orgullo de sentirse parte de México.

Hablar de euforia y festejos no es lo mismo que hablar del sentido de pertenencia que habríamos de compartir, y al que poca importancia hemos dado desde las instituciones como desde la sociedad civil. Toda relación, por pequeña que se perciba a escala social, crece y se vuelve significativa en tanto que exista un proyecto común entre las partes que la integran. Así, la relación que entablamos nosotros mismos como mexicanos no se fundamenta –lamentablemente– en un proyecto de nación que sea claro, que siga un rumbo apropiado y cuyos resultados despierten el compromiso, el orgullo o el apego al mismo.

Un proyecto supone, por una parte, un problema a resolver, o bien, un reto a lograr; por otra, el hecho de realizarlo en un lapso de tiempo determinado. En alusión a la teoría administrativa, a la que no escapan la administración y la política pública, sólo el 17% de los proyectos a nivel mundial llega a buen término, el resto se queda en el camino (Lewis, 2007). Las razones principales de este fenómeno son la falta de visión, la dirección errática y un exceso de euforia entre los involucrados, aspecto que –paradójicamente– mengua su compromiso, toda vez que no son capaces de comprender el alcance del proyecto del cual forman parte. Así, una euforia mal encauzada habrá de toparse con una serie de replanteamientos, la resignación y la desesperanza de seguir adelante, quedándose en eso, en sólo euforia.

 

Nuestro proyecto de nación no dista mucho de lo que advierte la teoría administrativa. A lo largo de 200 años (al tomar como referencia 1810 y no 1821), el Estado ha detectado –desde el inicio– los problemas neurales del país, sin embargo, no ha sabido plantear la forma de resolverlos, mucho menos ha sabido definir un lapso de tiempo conveniente para que la población palpe algún tipo de beneficio; lo anterior como resultado de una serie de guerrillas por el poder que de manera constante ha opacado el verdadero sentido del proyecto de nación. Así pues, México no se ha caracterizado –propiamente– por contar con una visión clara o con una dirección apropiada que lo hagan ser el país que pretende ser. En consecuencia, lo que hoy prevalece en buena parte de nuestros connacionales es el desánimo y la indiferencia histórica, al no comprender bien a bien el alcance del proyecto de nación llamado México.

Bajo esta óptica –pesimista para algunos más no falsa–, el sentido de pertenencia a México, lejos de asentarse en el compromiso, el orgullo o el apego, incluso en el interés o la curiosidad por la historia, apenas pende de una euforia que cíclicamente ha sido bien alimentada de festejos y paliativos basados en el espectáculo y la ilusión de que nuestros problemas son gradualmente menos graves (sin darles su justa dimensión); no en la información de calidad y el despertar de la conciencia, aspectos a los que parece que le tememos. Hoy por hoy, de Hidalgo a Villa, los movimientos independentista y revolucionario se reviven cual telenovela en horario estelar, no como aprendizaje. Una euforia mediática de la cual muchos nos dolemos, no obstante ya estamos acostumbrados a ella… y desgraciadamente esa sí viene a ser una de nuestras verdaderas costumbres.

En tanto que no clarifiquemos nuestro proyecto de nación, los mexicanos –considero– no seremos capaces de arraigar ningún tipo de pertenencia. Sólo de sentir euforia: pasajera y adictiva. Y entonces, ¿cuándo ha de llegar el tiempo de construir?

 


Javier Carlo
Maestro en Comunicación por parte de la Universidad Internacional de Andalucía (UIA), España, y es Licenciado en Ciencias de la Comunicación egresado del Instituto Tecnológico y de Estudios Superiores de Monterrey (ITESM), México. En la actualidad, cursa la Maestría en Administración de Tecnologías de Información, en la Universidad Virtual del Sistema ITESM. Profesor del departamento de Comunicación y Arte Digital del Tecnológico de Monterrey, Campus Estado de México, y profesor del postgrado en Gestión e Innovación Educativa de la Universidad Motolinía del Pedregal.

 


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